“El mejor instrumento disponible en el
laboratorio equipado con la mayor largueza es:
El cerebro humano”

La base o sustancia de una reunión científica (congreso, simposio, curso), cualquiera que sea su magnitud, la constituyen los participantes en el programa científico y también de su organización, sin ellos no se daría este hecho social. De su nivel, preparación e intereses resultarán intercambios de ideas más o menos sustanciales o de mayor o menor relevancia. Es importante, pues, asegurar la participación de representantes de nivel y peso en el área tratada.

El tipo de participantes, y la cantidad de estos, dependerá de:

* El objetivo del congreso

* Las razones de política institucional

* La especialidad de los temas

* Los recursos financieros con que cuenta

La determinación del método de selección de los participantes está estrechamente vinculada con lo anterior porque es muy común que el método de selección responda a razones de política institucional. Otras veces se considera el nivel de las calificaciones profesionales de los participantes o el prestigio de la institución representada. Este aspecto es muy delicado y deberá considerarse que, si bien la política institucional es importante, tanto más lo es el nivel técnico y de preparación de quienes asisten a la reunión académica.

Uno de los mayores problemas actuales que afrontan los congresos y reuniones médicas es el desprestigio en que han caído como consecuencia del nivel académico, profesional o humano de muchos de los individuos que asisten o participan en ellos. Con frecuencia, los participantes han convertido a las reuniones académicas en acontecimientos sociales, “cotos de caza” o en “trampolín” para escalar profesional o institucionalmente sin importarles los motivos o razones que deberían guiar su participación.

Un caso típico frecuente en representaciones nacionales de congresos internacionales es la designación de un participante que nada tiene que ver con el tema, salvo el hecho de su nacionalidad, intereses de algunos laboratorios o por situaciones personales diversas. Evidentemente esta situación redunda en un gasto inútil de oportunidad y beneficio, porque quien asista no podrá aprovechar la experiencia que significa participar en una actividad de la que poco o nada entiende y, sobre todo, el daño que se hace a los asistentes al congreso.

Es bien sabido que los ponentes o conferencistas tienen un papel fundamental en toda reunión. El ser conocidos o desconocidos como oradores o estudiosos del tema influye en la concurrencia o en el ambiente del congreso. Puede afirmarse que la participación de determinadas personalidades es clave para asegurar el éxito de la reunión académica.

La elección de los posibles integrantes del programa científico debe hacerse escrupulosa y cuidadosamente. Deben conocerse los antecedentes profesionales e incluso carismáticos de los candidatos. Conocer el Curriculum vitae de los posibles ponentes. Un orador con conocimientos profundos del tema y una amplia experiencia garantizará el nivel de desarrollo del congreso. Estos posibles candidatos deben ser consultados con anticipación para conocer su interés en participar y su disponibilidad de tiempo.

Es importante tener una lista de participantes alternos con sus respectivos curricula y datos para su ubicación en caso de que los primeros seleccionados no puedan aceptar el compromiso.

Podríamos terminar diciendo que el éxito de cualquier actividad depende de las personas y las circunstancias, pero puede afirmarse que éste se logra cuando se determina, antes de comenzar, a dónde se quiere ir y por qué.

Planificar implica realizar acciones estableciendo previamente dónde se está, a dónde se quiere llegar y por qué se quiere llegar allí, es decir, justificar la acción. El primer paso de un buen proceso de planeación consiste en seleccionar una meta útil. Comento lo anterior por el temor que tengo, por lo que he vivido y visto en México y América Latina. Los concilios son los congresos médicos convertidos en ferias comerciales e industriales. Asisto, una vez más, una vez menos, a los festivales de la medicina, a los bazares de la ciencia. Esoterismo vulgarizado. Mercadeo de personalidades. Faramalla de congresos, convenciones, reuniones, simposios, conferencias, grupos de trabajo. La medicina ya no se estudia en el claustro universitario ni en el recinto hospitalario. Están de moda los centros de convenciones. Proliferan en todo el mundo. Estos edificios fríos, a veces incómodos, impersonales y con escaleras eléctricas. Ya existen en toda ciudad que se respete. Ahora también es preciso que asista uno a tomar cursos en balnearios, playas, hoteles de recreo e, incluso, en cruceros marítimos de placer.

Medicina prepotente en las sociedades ricas; pretenciosa y escenográfica en las sociedades pobres. Todo se ha medicalizado, palabra incómoda. Hasta la política se expresa en términos de enfermedades sociales. La medicina lo supervisa todo: dar a luz, alimentarse, caminar, hacer ejercicio, defecar, orinar, reproducirse y hasta la forma de pensar. Ya ni nuestras funciones nos pertenecen…

Una cosa es explotar el miedo y otra tratar la enfermedad. Nada puede regateársele a tan contundentes máquinas, a tan elaborados procedimientos o a tan amañados planteamientos. La inconmovible liturgia de la medicina.

Dr. Samuel Karchmer
Profesor titular de Ginecología y Obstetricia, División de Estudios Superiores, Facultad de Medicina, UNAM
Director general del Centro Especializado para la Atención de la Mujer.
Director médico, 
Hospital Ángeles de las Lomas.