ISNN - 0300-9041
ISSNe - 2594-2034
Indizada en: PubMed, SciELO, Índice Médico Latinoamericano, LILACS, Medline
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FUNDADA POR LA ASOCIACIÓN MEXICANA DE GINECOLOGÍA Y OBSTETRICIA EN 1945
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Periodicidad: mensual
Editor: José Niz Ramos
Coeditor: Juan Carlos Barros Delgadillo
Abreviatura: Ginecol Obstet Mex
ISSN: 0300-9041
ISSNe: 2594-2034
Indizada en: PubMed, SciELO, Índice Médico Latinoamericano, LILACS, Medline.
Bases emocionales de los trastornos procreativos en la vida de la mujer*
Emotional bases of procreative disorders in the woman´s life.
Ginecol Obstet Mex | 1 de Enero de 2009
Dr. Santiago Ramírez1
* Leído por Invitación, en la Asociación Mexicana de Ginecología y Obstetricia.
1 El autor, Médico Mexicano, ha sido graduado en el Instituto
Psicoanalítico de Buenos Aires y en la actualidad pugna por estructurar la Escuela Psicoanalista Mexicana.
Lamentaría que el título de esta plá-tica excediera en mucho los límites y alcances de la misma; sin embargo, pienso que así será. La vida procreativa de la mujer ocupa un lugar tan importante en su psiquismo que sin lugar a dudas al hablar de "trastornos emocionales vinculados con la procreación" tendríamos que desarrollar todas aquellas otras áreas de la vida psíquica femenina que no pueden deslindarse ni separarse de la procreación. La menstruación, el embarazo, la posibilidad de goce sexual, el parto, la lactancia, los trastornos y reacciones psíquicas vinculadas a la involución, etc., no forman entidades separadas y netamente delineadas, constituyen una totalidad que solamente con una metodología formal, con fines de enseñanza y de estudio, aceptan la separación y el aislamiento.
Mi fin al exponer ante un grupo de ginecólogos los resultados de la experiencia analítica, es tratar de lograr del estudio de la mujer una totalidad psicológica y somática. Considero que muchas de las incomprensiones en el estudio de la vida procreativa de la mujer son resultado del crecimiento de investigaciones elaboradas en áreas distintas y que, recíprocamente, en lugar de fundirse, chocan y antagonizan, más por la actitud de los investigadores que por los hallazgos o entidades descubiertas en cada una de ellas.
En este trabajo primeramente trataré de abordar un tópico de interés tanto para psiquiatras como para ginecólogos, a saber: las motivaciones psicológicas de la incomprensión recíproca de ambas áreas.
La filosofía de la enseñanza médica, en la mayor parte de las escuelas de medicina del mundo ha sido, hasta el presente, el crear en el médico la imagen de una estructura corporal y de un individuo desligado de los factores emocionales en que se desarrolla. Kubie piensa que, quizá, gran parte de las dificultades que tiene el médico para ver al ser humano como totalidad, derivan de la circunstancia de que al estudiante se le enseña, muy antes de una persona, la presencia de un cadáver en cuya relación los afectos, las emociones, el ambiente que rodea al ser humano, etc. no se toman en cuenta. Esto, como es lógico, trae consigo en la mentalidad del estudiante y del futuro médico, cualesquiera que sea su especialidad, una manera de enfrentarse al problema que los psiquiatras designamos como "técnica de aislamiento". Entonces, es así como en función de esta técnica, ulteriormente el médico aprenderá a reprimir sus emociones, sus sensaciones, sus intereses y su "ser humanidad" enfrente de la "propia humanidad" del paciente. Siguiendo esta línea de conducta hasta sus últimas consecuencias dentro de la evolución de la medicina contemporánea, se llega a los extremos de la ultra especialización, en los que con frecuencia el especialista ignora la totalidad del paciente, ya no digamos emocional sino incluso física, para concentrar su atención y esfuerzo en el órgano enfermo, desligándose de la integración e individuación del paciente.
Todos nosotros hemos aprendido en nuestras facultades la rutina de la historia clínica, en la que, en la mayor parte de las ocasiones, la frase ritual que seguía a los capítulos de: Antecedentes hereditarios y familiares o al de Antecedentes personales no patológicos, era la de sin importancia con minúscula. En el mejor de los casos, en presencia de la historia de un ulceroso se afirmaba: tabaquismo moderado. O ante la de un hipertenso se ponía el rubro de exceso de trabajo.
La medicina que se nos ha enseñado ha desvalorizado la importancia que tiene el ambiente y las circunstancias vitales en las cuales se desarrolla el ser humano para una comprensión adecuada de su patología. Todavía hace 15 años, cuando se estudiaba la úlcera péptica, se le daba más valor en el interrogatorio a la temperatura de los alimentos ingeridos por el ulceroso, hablándose de úlceras pépticas por la ingesta de alimentos muy calientes o muy fríos que a las tensiones emocionales, familiares o ambientales a las cuales se encontraba sometido el paciente.
Claro está que, por lo menos en nuestro país, no fueron precisamente los psiquiatras quienes se encargaron de limar este estado de cosas, muy por el contrario recluidos en sanatorios de enfermos mentales, utilizando una terminología, la más de las veces esotérica e incomprensible, se mantenían en un aislamiento con respecto al resto de los campos de la medicina. Era así como la Psiquiatría no resultaba sino una especialidad más, con iguales características que el resto de la medicina. Porque si es poco comprensible que un ginecólogo no investigue elementos ambientales en la vida de una paciente estéril o frígida es a todas luces imperdonable que en las historias de esquizofrénicos, melancólicos y psicóticos en general, el estado de cosas no sea muy distinto. Efectivamente, hasta hace pocos años las más de las historias psiquiátricas también tenían en antecedentes las frases rituales de costumbre. El psiquiatra procedía enfrente de sus pacientes de la misma manera que el resto de los médicos dedicados a otras especialidades, es decir, señalaba la falta de importancia de la historia emocional y ambiental en la patología de los seres sufrientes que demandaban su ayuda.
Considero que la actitud de rechazo del clínico y del especialista ante el psiquiatra, en muchas ocasiones estuvo motivada por los factores ya señalados. La falta de información psicológica en la enseñanza de las ciencias médicas y, en otras ocasiones, la propia conducta del psiquiatra, que al sentirse aislado, rechazado y tratado como sujeto poco científico, empezó a usar en forma reactiva una terminología esotérica, más que como forma de comprensión del paciente como técnica de defensa ante los clínicos por los que se sentía atacado. En realidad, trataba de suplir con una terminología una actitud.
Existen otros elementos que han hecho que este abismo se haya profundizado en el curso del tiempo. El médico general quiere trabajar con entidades valorizables y cuantificables enfrente de sus pacientes; la relación interpersonal, la manera de ser para con sus enfermos, su manera de actuar a través de actitudes no ponderables nunca las ha tomado en cuenta. Siempre ha despreciado en los resultados terapéuticos el valor de la confianza, el apoyo, la sugestión, etc. Con mayor facilidad se inclina a considerar un resultado terapéutico como consecuencia de la medicación en turno que, como consecuencia de la actitud emocional, está no en turno, sino presente desde el momento que un hombre se puso en contacto con otro. Es así como ante un cuadro clínico poco definido: cansancio, cefalea, malestares, etc. con mayor facilidad le atribuye beneficios a la medicación estimulante o vitamínica, que a la circunstancia de haberle dado, quiéralo o no, reconózcalo o no, ayuda emocional a un ser humano. En cuántas ocasiones la medicina no es para el paciente sino el índice de una comprensión y para el facultativo un recibo de honorarios. En cuántas medicaciones se puso una gran esperanza al principio de su experimentación, para luego recibir la frustración de su nulidad terapéutica en tanto droga o producto quimioterápico. Cuando el auge de las hormonas, en tratándose de la potencia genital masculina, cuántos resultados en la impotencia sexual no fueron atribuibles a la testosterona; cuando el auge de tal o cual medicación cuántas veces se atribuyó un resultado a la droga administrada, resultado que el tiempo echaría abajo.
Sin embargo, cabe preguntarnos qué es lo que existe en el paciente y qué lo que existe en el médico, qué hace que un medicamento farmacológicamente no eficaz dé resultados en el primero y que el segundo atribuya a propiedades no presentes en la medicación un resultado evidente.
El paciente es una totalidad, con enfermedades y esperanzas, con ilusiones y malestares, que al acercarse al facultativo exhibe no solamente sus males y dolencias sino que también se acerca en busca de aprobación, de consuelo y de aceptación, en cuantas ocasiones, la actitud aceptante del médico, el apoyo que le brinda la comprensión e interés que exhibe son factores de indudable validez terapéutica. En cuantas ocasiones estos hechos son susceptibles de modificar una entidad nosológica, actuando el medicamento como simple placebo o de la necesidad que el paciente tiene de recibir algo de la figura valorizada y de la necesidad que en sentido inverso también está presente en el médico: dar.
El psiquismo del paciente reviste al médico de condiciones y cualidades excepcionales. Le atribuye funciones que, en muchas ocasiones, se encuentran por encima de las capacidades reales. En muchas ocasiones la imagen que del médico tiene el paciente está muy por encima de lo que éste puede brindar.
Al médico se le ha enseñado a valorar en términos de gramos, de propiedades farmacológicas, de concentraciones en sangre, etc., pero nunca en términos de ayuda emocional, de comprensión y de simpatía. En toda su formación se le ha dado muy poca importancia a la influencia de los factores emocionales, del consejo, del orientar, etc. Por esto, el médico tiende a desvalorizar estos factores que son los únicos capaces de explicar el común denominador de los resultados terapéuticos positivos ante el cambiante recurso de la multiplicidad de las técnicas terapéuticas. Bleuler, hace muchos años, señalaba aguda e incisivamente este problema en su libro El pensamiento indisciplinado y autístico en la medicina.
Considerar a un ser humano desprovisto de historia emocional y de antecedentes afectivos es tanto como si un historiador al referirse a la Independencia de México, como proceso histórico, la considerara desprovista de antecedentes en el tiempo.
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