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Indizada en: PubMed, SciELO, Índice Médico Latinoamericano, LILACS, Medline
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FUNDADA POR LA ASOCIACIÓN MEXICANA DE GINECOLOGÍA Y OBSTETRICIA EN 1945

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Panhisterectomía radical con linfadectomía pélvica en el tratamiento del cáncer del cuello uterino

Periodicidad: mensual
Editor: José Niz Ramos
Coeditor: Juan Carlos Barros Delgadillo
Abreviatura: Ginecol Obstet Mex
ISSN: 0300-9041
ISSNe: 2594-2034
Indizada en: PubMed, SciELO, Índice Médico Latinoamericano, LILACS, Medline.

Panhisterectomía radical con linfadectomía pélvica en el tratamiento del cáncer del cuello uterino

Radical panhisterectomy with pelvis lymphadectomy in the treatment of cervix cancer.

Ginecol Obstet Mex | 1 de Febrero de 2006

Ginecol Obstet Mex 2006;74:125-30



El tratamiento del cáncer del cuello uterino ha variado a través de los tiempos de acuerdo con el criterio y la experiencia adquiridos en la lucha contra esta grave enfermedad. Al principio se hacía únicamente la amputación supravaginal del cérvix o la histerectomía vaginal simple. FREUND en 1878 propuso la histerectomía abdominal para el mejor tratamiento de este padecimiento. RIES sugirió en 1895 y CLARK y RUMPF practicaron por primera vez en 1896 un procedimiento más amplio extirpando en bloque el útero y sus anexos con el tejido parametrial vecino. WERTHEIM empezó a hacer esta operación en 1898 y en 1911 publicó un trabajo reportando los resultados obtenidos en sus primeros 500 casos. Por ser el primer trabajo en que se analizaba la operación en una de gran serie de casos, se adoptó universalmente el llamarla «Operación de Wertheim». La utilización del radium por KELLY y BURNHAM en 1912 señala una nueva época en el tratamiento del cáncer cérvico-uterino. La falta de mortalidad primaria y los resultados aparentemente dramáticos de esta nueva terapéutica hicieron que se extendiera este método, pero los resultados a distancia pronto apagaron el entusiasmo inicial. La acción cancericida de la fracción gamma de los rayos Roentgen fue entonces aplicada y aparecieron nuevas técnicas que terminaron con el uso combinado del radium y los Rayos X. Los resultados obtenidos con mínima mortalidad primaria y reducida morbilidad, en oposición a la elevada mortalidad del tratamiento quirúrgico, aunada a una también importante morbilidad sobre todo debida a lesiones ureterales y vesicales, hicieron que el tratamiento radioterápico ganara terreno hasta substituir casi por completo al tratamiento quirúrgico, sobre todo en algunos países como Norteamérica y Suecia.

El mejor conocimiento y la mayor experiencia adquirida en el tratamiento con radiaciones mejoró paulatinamente los resultados y en la numerosa literatura internacional al respecto puede verse que las estadísticas comparativas muestran una franca mejoría en los resultados de las últimas series. Sin embargo, después de un período de 15 años, tal parece que este tratamiento ha llegado a su máximum de rendimiento con resultados todavía deficientes que demuestran que no es el tratamiento ideal.

La inquietud mundial por dominar el cáncer del cuello uterino, hace que se revisen las estadísticas y los métodos y en los últimos diez años aparece una literatura muy nutrida llena de controversias y de diferencias de opinión que demuestran claramente la insatisfacción con los resultados alcanzados. En este vaivén de criterios se encuentran todas las opiniones: 1) el tratamiento exclusivo con radiaciones, 2) el tratamiento quirúrgico puro, 3) la histerectomía radical tipo Wertheim combinada con radioterapia pre o post operatoria, 4) la histerectomía radical vaginal combinada con radiaciones, y 5) la linfadectomía pélvica transperitoneal o extraperitoneal como auxiliar del método radioterápico.

Analizando esta gran diversidad de opiniones pueden establecerse los siguientes hechos:

1.- El tratamiento con radiaciones da buenos resultados en los casos tempranos y favorables. El número de sobrevidas después de cinco años disminuye francamente de acuerdo con el estadio clínico de la enfermedad. Meigs (17) encuentra un índice promedio de curaciones a cinco años de 15.9% en el Massachussets General Hospital y de 34.3% en el Pondville Hospital. MEIGS, PARSONS y NATHANSON (18) encuentran en la revisión de una gran serie que los resultados se han estabilizado y después de 15 años de usar como tratamiento de elección el radium combinado con Rayos X, sigue muriendo de cáncer cérvico-uterino el 60% de las enfermas.

CORSCADEN (7) reporta con orgullo su cifra de 40% de sobrevidas después de cinco años. RANDALL, KEETTEL, WILLUMSEN y SCOTT ( 27) dan la cifra de

30.4% de curaciones a cinco años. MORRIS y MEIGS (21) revisando 1938 casos encuentran un porcentaje de sobrevida a cinco años en los casos de estadio I, de 46% para el período 1927-1931 y de 60% para el de 1938 a 1942. Menores resultados, pero también con mejoría comparativa para los estadios II y III y muy pobres resultados en el estadio IV. MCKELVEY, STENSTROM y GILLIAM ( 24) han obtenido 53.6% de curaciones a cinco años con tratamiento combinado de radium y Rayos X.

2.- Las llamadas “curaciones a plazo de cinco años” no son siempre curaciones, sino más bien sobrevidas. Prueba de ello es que en una misma estadística el índice a plazo de diez años es francamente menor y como dice READ (28) muchas enfermas mueren en realidad de cáncer, sólo que lentamente. A este mismo propósito es interesante la observación de LYNCH (15) quien encontró por biopsia células cancerosas en cuellos uterinos irradiados, y los estudios de MEIGS (19) que empleando la citología de la descamación vaginal, encontró en varios casos células cancerosas en enfermas aparentemente indemnes después de 4 a 5 años de la irradiación.

3.- El tratamiento con radiaciones no es tan inocuo como pareció al principio. Es bien conocida en la actualidad la enfermedad actínica que sufre la mayoría de las enfermas tratadas, ( 42.5% según PEZZINI) (26), que si bien muchas veces es temporal y corta, en otras ocasiones transforma a las cancerosas en enfermas crónicas por meses o por años (23). Además el tratamiento con radiaciones tiene una mortalidad primaria que para MORTON (22) es de 5% y para RANDALL y Col. (27) es de 2%. La morbilidad inducida por el tratamiento es también elevada y consiste en alteraciones vasculares, fibrosis, necrosis óseas, dermitis, ulceraciones isquémicas del intestino, complicaciones urológicas e infecciones. EVERET, BRACK y FARBER (11) hicieron estudios urológicos en el curso o después de la irradiación, encontrando 48.4% de casos de obstrucción ureteral, 15% de ellos considerados como severos, y 54.5% de lesiones vesicales, 20% de ellas, graves. HENRIKSEN (13) encontró obstrucción ureteral o pielonefritis como causa de la muerte de enfermas tratadas con radiaciones en el 58.5% de los casos autopsiados.

4.- Es bien sabido que existen casos radiorresistentes en que el tratamiento radioterápico es improcedente dada la naturaleza histológica del tumor. Por otra parte, LYNCH (16) y TAUSSIG (30, 31) han demostrado la poca acción de las radiaciones sobre las metástasis ganglionares pélvicas. HENRIKSEN (13) comparando los hallazgos de autopsia de los casos que murieron sin tratamiento con aquellos que murieron después de ser irradiados, llega a la conclusión de que la irradiación no esteriliza las metástasis ganglionares de la pelvis. Este hecho aumenta su importancia si se tiene en cuenta que en el 17% de los casos en estadio I y II según MEIGS (17) y en el 33% según HENRIKSEN (13) el cáncer invade los ganglios linfáticos.

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